Momentos de introspección I

I

A ver si ahorita, más al rato, mientras espero, tengo chance de escribir, pa’ llorar un poco, en silencio. El silencio va más allá del ruido, es una forma de vida, para pasar de incógnito en el desfile de máscaras. Eso es la vida a veces, por eso se siente vergüenza cuando se ve por debajo de un antifaz, se siente culpa por vulnerar la vida ajena en sus secretos, se siente pena por saber que no todo son sonrisas mientras se vive la gran fiesta, se siente alivio por saber que no somos sólo nosotros.

Me perdí un poquito, se me van ideas, voy a parar un poco, pa’ no sentir la angustia de tener una hoja en blanco.

A ver si ya, el entretanto me brinda aire pa’ sacarme el humo del camión de los pulmones. Me siento raro cuando hablo por muchos y sólo yo firmo, pero… ¿qué no? guardo a tantos adentro, reprimidos, negándolos. No somos tanto lo que parecemos como lo que mantenemos oculto, porque no somos lo que contamos, somos nuestros secretos. El alma está llena de sangre, llanto, recuerdos de ayer; por eso el alma cambia mucho antes de que nos demos cuenta, cambia cada día, pero somos ciegos, somos tan sordos que no nos oímos ni a nosotros mismos.

Escribir de nuevo en papel es distinto, porque es toda mi oralidad la que sale, cada palabra soy yo pues no traigo un diccionario de sinónimos y antónimos a la mano, sólo describo las imágenes que se me vienen a la mente lo mejor que puedo.

Esos que pasan en su carro y se me quedan viendo con el cuaderno en la mano, ¿Sabrán que escribo? ¿Sabrán qué escribo? ¿Se me notará en el rostro, en los ojos? ¿O será que piensan que yo también me callo a mí mismo lo que pienso, lo que de veras pienso? Quizá estoy mal creyendo que nada más yo y los que conozco, escribimos, pero eso pienso ahorita mismo, es como toda verdad universal –siendo consciente de que el universo es más pequeño de lo que pensamos, lo que pasa es que crece, con cada idea se expande–. Las verdades universales sólo son aplicables en el universo en que fueron concebidas, si fuera de éste sirven de algo, no es más que casualidad.

Releo lo que llevo. Si fuera otro día ya me habría arrepentido de dos o tres cosas, pero hoy quiero ser sincero. Sincero como un perro que muerde la mano del amo cuando éste lo golpea de nuevo y se le juntan todos los golpes al perro de una vez y olvida que ese que lo golpea también le da de comer. Un perro es un animal, una bestia, no fue borrado eso de su interior por siglos de domesticación. Nosotros, yo mismo, soy un animal, una bestia, lo traigo en el fondo y aflora de repente, los milenios de civilización no lo han borrado. Nos hemos domesticado muy bien, cada día aprendemos nuevas suertes para quedar bien con nuestro amo, pensando que ese amo somos nosotros mismos, y sí, en parte, pero no del todo.

Eduardo Perezchica || Consultar referencia

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