Caen las palabras…
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Palabras que caen
cual dosis exacta sobre la herida,
no para cerrarla
sino para expulsar la pus escondida.
El proceso es lento:
ciclo de retrocesos,
excesos, tropiezos:
aprender y desaprender:
gritar y guardar silencio
para explotar de nuevo.
Palabras que hacen eco y resonancia
vibrando en el pecho
estallando en la cuenca lagrimal:
brotando la esperanza
-a la distancia no todo está mal-.
Las palabras caen...
tarde, temprano;
cercanas, lejanas;
abiertas, cerradas;
lentamente o en cascada.
Caen, se levantan,
se desmoronan en los labios
quizá antes de ser pronunciadas;
provocan estruendo en los oídos,
en el corazón que escucha el murmullo certero
despertante, impactante…
Caen las palabras
mientras caigo;
se levantan las palabras,
se evaporan,
queda esencia consumiéndose,
quemándose con la esperanza,
dando luz en las grutas desesperadas;
queda esencia cicatrizante
sanando heridas
aunque ardiendo
[“nadie ha dicho que la cura sea libre de dolor,
pues el dolor, con dolor habrá de curarse…”].
Caen las palabras
mientras caigo:
golpes certeros alimentando el quebranto
para hincharlo hasta destrozarlo:
lógica del encierro…
[pregúntame, soy un viejo ermitaño
hablando solo, contra el viento].
El llanto en silencio:
suspirar, respirar, transpirar,
contraer el pecho,
amarrar el diafragma a un(os) sentimiento(s),
hacer de tripas, corazón;
hacer el corazón de un recuerdo
y olvidar…
la remembranza de lo eterno,
lo que fue y no será ya más,
no fuera de mi sueños.
Duerme corazón,
ensoñado y aturdido,
olvidar…
olvidar no produce olvido.
Caen las palabras,
reaparece el sentido
pero sin decirme nada.
Habré de estar atento al silencio
a que las palabras caigan en su sitio
Eduardo Perezchica (6/7/06)...
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