Gotas de lluvia…
Corren, como gotas de lluvia
en la amplia ventana
de un cuarto a oscuras
desde el que se ve
–iluminada de neón–
la ciudad de noche.
Así corren tus lágrimas
desde tus ojos,
por tus mejillas,
terminando
–como todo–
humedeciendo las grietas de la tierra.
La luz de la ciudad no te preocupa
–es más, te resguarda–,
ellos no pueden ver
lo que sucede allá adentro,
no pueden ver que yace la inconsciencia,
ni quién yace en la inconsciencia.
Mientras,
por fuera la habitación
–al parecer de adobe–
se deshace lentamente con la lluvia,
y la sal
lentamente
la carcome.
La lluvia va y viene,
se detiene para soltarse de nuevo.
Las nubes se aglomeran
para desprenderse
de lo negro que hay en ellas,
para quedar tan blancas y tan dispersas
hasta desvanecerse.
¿Para qué apagar la luz?
dime,
¿para no ver los retratos que cuelgan de la pared?
¿para qué apagarla?
no entiendo,
y tampoco entiendo
para qué arrancarlo todo
¿para qué dejar vacíos en la pared
y tirar imágenes que andarán rondando el mundo?
tarde o temprano
te las toparás de nuevo.
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